No fueron los libros de caballería. Tampoco ningún trauma que sufrió de pequeño. “El Ovejo” había pasado tanto tiempo junto al rebaño que perdió la cabeza. Su problema: las ovejas que veía a todas horas. Estrés laboral, lo denominó el doctor, quien le recomendó unas vacaciones que el pastor no se pudo permitir. Así las cosas, siguió viendo ovejas. Ovejas por aquí, ovejas por allá. Magia. Más ovejas, más corderos, más borregos. Por las noches apenas podía dormir. Intentaba aferrarse a los brazos de Morfeo empleando una gran variedad de técnicas: resolvía series matemáticas, recitaba la tabla de multiplicar, se ponía a leer las obras completas de Mario Benedetti, se colocaba un antifaz, mantenía relaciones sexuales con su santa esposa o rezaba el rosario y diez mil Avemarías. Pero ni por esas conciliaba el sueño. Sólo le funcionaba lo de contar ovejas. Y hasta que no había contabilizado 457.678 no se dormía. Y cuando por fin lo lograba, soñaba con ellas. En el campo, en la cuadra, en el frontón, en la sala de estar, debajo de la cama. Ahí estaban como fantasmas agazapados en las tinieblas farfullando. ¡Beeeeee! ¡Beeeee!
Una noche de insomnio y después de tomarse una manzana, un vasito de leche de oveja bien caliente y unas roquillas “El Ovejo” salió al porche de su casa. A lo lejos contempló, con el éxtasis de una monja a quien se le acaba de aparecer por primera vez Jesucristo, la majestuosidad de la bóveda celeste. Se fijó en la luna llena y en el aura que desprendía a su alrededor, como si esa noche las estrellas del firmamento se hubiesen conjuntado para formar un mantel gigante en el cielo. Entonces, algo ocurrió en su interior, una metamorfosis paranormal y siniestra que ni siquiera Mulder o Scully podrían jamás explicar. Poseído, “El Ovejo” trepó por las ramas de los árboles con la facilidad de una ardilla, situándose en el punto más alto. Y después se puso a aullar. Sin embargo, en el pueblo, los parroquianos solo repararon en un tipo más loco que una cabra, encaramado a un árbol, gritando a la luna bajo la atenta mirada de un mantel bordado de estrellas.
(Ilustración de Clara Varela del proyecto Escríbeme una ilustración)
Hola Rubén! Ya sabes que me ha ustado mucho tu texto :). De nuevo te doy las gracias por participar en el proyecto, ha sido un placer! un abrazo